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Seguridad - octubre 23, 2019

Cuando el crimen organizado manda y controla


EDITORIAL EL DIARIO DE HOY 22/10/2019

La semana anterior observamos imágenes de los eventos que se registraron en Culiacán, propias para una serie de cable o llevarlas a la pantalla del cine, con el saldo de al menos ocho asesinados, dieciséis heridos, cuarenta y nueve reos fugados y daños materiales en diferentes zonas de la ciudad.
Culiacán Rosales, conocida como Culiacán, ciudad del noroeste de México, capital y ciudad más grande del estado de Sinaloa, con una población cercana al millón de personas, se ha convertido en el centro de la peor crisis del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, en medio de diferentes versiones, algunas contradictorias, confusas y con pocos argumentos apegados a ley.
Todo ha partido de la captura y posterior liberación de Ovidio Guzmán López, hijo del reconocido narcotraficante Joaquín “el Chapo” Guzmán, considerado como el narcotraficante más poderoso del mundo por el Departamento del Tesoro. Guzmán López tiene orden de extradición a los Estados Unidos por conspiración por distribuir droga (cocaína, marihuana y metanfetaminas) para ser importadas en la Unión Americana, mientras que su padre está condenado a cadena perpetua más treinta años y ha sido protagonistas de fugas de centros de máxima seguridad en México.
El caso Culiacán y la captura fallida de Ovidio Guzmán López nos indican la debilidad y fragilidad cuando un Estado carece de una política criminológica y solo dispone de política criminal. La primera debe incluir gobernantes, gobernados y las esferas del poder de una nación. Una de las lecturas que nos deja Culiacán es que hay dominio, control, presencia y manda el crimen organizado por medio del reconocido cartel mundial de Sinaloa, que a pesar de que su máximo líder está en prisión por el resto de sus días (si no se descuidan y se les escapa) los juniors ahora tienen el mando y control. Además ha puesto en evidencia la ausencia de una verdadera política en seguridad nacional y criminológica.
La experiencia de Culiacán y su fracaso en seguridad, incluyendo la rendición gubernamental, debe analizarse en cinco dimensiones: estratégica, operativa, táctica, política y social. En el campo estratégico decidieron no confrontar ni reprimir el crimen organizado y que ellos como muestra de buena voluntad “llevarían la fiesta en paz” haciendo un lado todo el poder coercitivo del Estado: falso, son criminales. En lo operativo, lamentable, un deficiente despliegue de toda la fuerza disponible; en lo táctico, muy sencillo, se les salió de control y sin coordinación al más alto nivel; en lo político han quedado en ridículo, ya que fue evidente que los criminales pueden extorsionar a un gobierno también, y lo social, contaron con apoyo de sectores de la población que hicieron parecer actos criminales y de vandalismo, pero eran apoyos a quienes les suplen parte de sus necesidades, ante la falla de un Estado en servicios básicos asistenciales a la población.
Lamentable situación de nuestros hermanos mexicanos. Las series de cable, televisión y películas sobre el crimen organizado se quedaron cortas y parecen caricaturas. La demostración de poder que brindaron las estructuras criminales puso de rodillas a las autoridades ante un verdadero cartel y evidencia que es un problema de seguridad nacional, que sobrepasó hace años la seguridad pública. Aún es tiempo de restauración para América Latina, para dar espacio a la política criminológica, ciencias forenses y auxiliares, academia, participación ciudadana, teorías, axiomas, indicadores entre otros. La seguridad ciudadana no debe continuar a prueba y error y con improvisaciones, y menos pactando con el crimen. Los abogados de Guzmán agradecieron al gobierno y a su presidente por no causarle daño.

Experto en seguridad y criminología

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