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Seguridad - diciembre 9, 2020

La otra cara: los desaparecidos voluntariamente


POR RICARDO SOSA / 9 de diciembre del 2020

Personas desaparecidas en El Salvador han existido desde la década de 1960, antes, durante y después del conflicto armado, así de claro y lamentable relacionados a una serie de factores con la desaparición forzada. A partir del año 2010 se reporta un incremento de denuncias diarias de personas desaparecidas por violencia vinculada a pandillas y delincuencia organizada en sedes fiscales a nivel nacional, y en sedes policiales se inicia un registro especifico desde el año 2011.

La década anterior el promedio diario de denuncias de personas desaparecidas fue de 9.2 en sedes fiscales. Con la llegada el año pasado de los nuevos titulares de la FGR y PNC se mejoraron los protocolos de actuación de búsqueda y acciones urgentes, reformas de ley, pero también en la validación de datos y estadísticas, ahora comprendemos mejor este complejo delito. En otras columnas por años he escrito y detallado parte del fenómeno, en esta oportunidad quiero referirme a un caso del pasado fin de semana, que representa una muestra de lo que esta sucediendo en nuestra sociedad, y son personas desaparecidas de manera voluntaria, y que comprende un segmento de la juventud principalmente en las edades entre 15 y 29 años, que de manera irresponsable pierden comunicación con sus padres de familia y personas cercanas. Se trata de una señorita de 17 años de edad que mintiéndole a sus padres sale de su casa en el vehículo de un amigo de 20 años con supuesto rumbo a un club social, a las seis pm los padres de familia llaman a la amiga socia del club ante la falta de comunicación, y le dice a los padres que su hija se comunico que no llegaría al club por falta de transporte, y que desconocía donde se encontraba, las reacciones de incredulidad eran evidentes en los padres de familia. En ese momento se inicia y se activa una red de familiares y amigos tratando de ubicar a la señorita o a los miembros de su «cluster» (grupo de amigos cercanos) nadie conocía donde se encontraba.

Luego de más de nueve horas que salió de su casa se logró dar con el paradero, y conocer que había sucedido: y es que desde la salida de su casa se dirigieron a la Playa El Tunco, en La Libertad con un grupo de jóvenes entre mayores de edad y adolescentes al mediodía, y ella voluntariamente y como una acción repetitiva para que no la ubiquen o controlen, que no interfieran, pone en «modo avión» su teléfono móvil, lo cual hacia más complicado ubicarla y comunicarse con ella. Al retornar por la noche debido al congestionamiento vehicular desde la playa El Tunco al Puerto de La Libertad, uno de los jóvenes les dijo que se fueran por vía Comasagua, nadie tenía comunicación vía móvil encontrándose con tráfico en dicho vía de «atajo» por lo que demoraron más de lo esperado y se preocuparon al darse cuenta de la falta de iluminación de dicha carretera y de zonas que no están con asfalto.

Esta experiencia se ha hecho muy común en nuestro país que nos invita como padres de familia a conocer, informarnos, capacitarnos, mejorar nuestra comunicación con nuestros hijos y hacer los ajustes necesarios para erradicar estas prácticas en nuestros grupos familiares y amigos. Continuará………

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